Actualmente, el árabe es el idioma oficial de 22 países en todo el mundo. De entre esos 22 países, Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omar, Qatar, Siria y Yemen se localizan en el continente asiático, mientras que Argelia, Chad, Comoras, Egipto, Libia, Marruecos, Mauritania, Sudán, Túnez y Yibuti se encuentran en África. Asimismo, el árabe también se utiliza como lengua minoritaria en algunos países como Malta, Chipre, Turquía, Uzbekistán o Afganistán, así como en diversas áreas de África central y oriental.
En Europa y América, el árabe también es una lengua que está adquiriendo una importancia creciente, sobre todo entre las comunidades de emigrantes musulmanes. En el caso de Europa, las comunidades islámicas más importantes son las de marroquíes en países como Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y España.

A la hora de analizar la situación del árabe en el mundo contemporáneo, es importante tener en cuenta una cuestión capital, y es que, en el mundo islámico, existe un vínculo esencial entre religión y lengua, debido en buena parte a la propia concepción coránica. Según la tradición islámica, el Corán no debe traducirse a otros idiomas, pues una traducción incluye intrínsecamente una interpretación, por lo que se perdería su carácter sagrado. Ello explica que la lengua árabe se haya expandido en todos aquellos países que, en origen, se adhirieron al Islam, ocupando actualmente un territorio de extensión muy considerable.
El fenómeno de la disglosia en el mundo árabe
La disglosia es la situación lingüística en la que conviven dos variedades distintas de la misma lengua que cumplen diferentes funciones sociales. La variedad superpuesta es la “variedad alta” o culta de la lengua, mientras que la lengua hablada representa la “variedad baja” o vulgar.
En el mundo árabe contemporáneo, atendemos al uso de tres variedades distintas de la lengua, el árabe clásico, que es la lengua de los pasajes coránicos, el árabe moderno (o culto) y el árabe dialectal (propio de cada zona). Por ello, el mundo árabe vive en una situación de disglosia, ya que se reserva la modalidad estándar de la lengua árabe para el registro formal, mientras que la modalidad dialectal se utiliza en las actividades de tipo informal.
Por lo general, el hablante árabe es plenamente consciente de la existencia de una lengua de prestigio que se distingue de la lengua que usa de manera cotidiana, el dialecto. A este respecto, en el mundo árabe se aprecia una tendencia muy marcada a minusvalorar el dilecto, ya que está considerado como una corrupción de la lengua estándar, por lo que no hay un interés por estudiarlo o codificarlo.
Expansión del árabe estándar
En las última décadas, en el mundo árabe se ha venido produciendo un proceso de expansión de la lengua estándar, es decir, el árabe moderno, pues su uso se está extendiendo cada vez más a las situaciones informales. Esta expansión del árabe moderno responde en buena medida a motivos extralingüísticos, ya que política y culturalmente el árabe funciona como elemento de cohesión del movimiento del panarabismo, corriente ideológica que promueve la unidad y el afianzamiento de las relaciones entre los países árabes.
Por ello, muchos Estados han promovido activamente una política de arabización desde la administración, la escuela o los medios de comunicación. El objetivo último de estas iniciativas es que la lengua árabe se emplee en ciertos aspectos de la cultura moderna tradicionalmente expresados en otras lenguas, como el caso del francés en países como Marruecos o Argelia.
Sin embargo, a pesar de que la ideología panarabista está muy extendida en el mundo árabe, hay algunas zonas en las que las variedades dialectales cuentan con cierto reconocimiento, como es el caso de algunas lenguas bereberes del norte de África.
Realidades dialectales
Como ya se ha comentado anteriormente, los dialectos corresponderían a la “variante baja” o vulgar de la lengua árabe, cuyo uso estaría reservado para la lengua hablada en un contexto doméstico o informal.
A la hora de clasificar los dialectos del árabe, podemos servirnos de diversos criterios: cronológico, socioeconómico o geográfico, siendo este último el más utilizado. En este sentido, el mundo árabe se puede dividir en dos grandes zonas, la oriental o mašriq (“lugar donde sale el sol”), y la occidental o maġrib (“lugar donde se pone el sol”). Siguiendo esta división, podemos clasificar los dialectos del árabe entre orientales y occidentales o magrebíes.
Los dialectos orientales ocupan el área de la península arábiga, el corredor sirio-palestino, la antigua Mesopotamia y la región de Egipto-Sudán. Por su parte, los dialectos occidentales corresponden a los países de la zona del Magreb, es decir, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania. Dentro de este grupo, los dialectos bereberes están muy extendidos por todo el norte de África, donde encontramos idiomas como el rifeño, hablado por los habitantes de la región del Rif, en el nordeste de Marruecos.
El árabe en el mundo actual
El peso del árabe en el panorama internacional se ha incrementado de manera muy notable en los últimos años, y una buena muestra de ello es que se haya convertido en el quinto idioma más hablado del mundo.
Ciertamente, saber árabe implica contar con una enorme ventaja competitiva en el ámbito profesional, sobre todo si quieres introducirte en el mundo de los negocios internacionales y la diplomacia. Además de ser una lengua que está muy presente en tres de los continentes (Asia, Europa y América), hay que tener en cuenta que el mundo árabe ocupa un lugar muy destacable en la producción y exportación de gas y petróleo, dos industrias en constante crecimiento.
Asimismo, buena parte de los países del Norte de África y Oriente Medio forman parte de la Unión por el Mediterráneo, una organización intergubernamental que trata de promover la estabilidad y la integración de toda la cuenca mediterránea. Esta institución es una buena muestra de la colaboración y la estrechas relaciones existentes entre Europa y los países árabes.
Por otro lado, en el caso concreto de España, son muchos los lazos que nos unen con los países del Magreb, no solo por la proximidad geográfica entre ambas zonas, sino también por los vínculos históricos y culturales existentes.
Carlos Sánchez Luis