La Reforma protestante y la traducción de la Biblia

Las traducciones de la Biblia han sido muy numerosas, hasta el punto de que actualmente ostenta el puesto de libro (o conjunto de libros) más traducido de la historia. El texto bíblico se ha trasladado de forma completa a unos 450 idiomas, y a más de 2000 de forma parcial, desempeñando un papel crucial en el desarrollo de muchas lenguas y culturas. No obstante, a pesar de este hecho, la traducción de la Biblia ha sido motivo de controversia religiosa durante siglos, pues la Iglesia católica ha mantenido una posición muy reacia en relación con el traslado del texto bíblico del latín a las lenguas vernáculas. La ‘censura de la Biblia’ se refiere precisamente a la restricción o prohibición de la posesión, lectura o uso de la Biblia en general o cualquier traducción particular de esta. Bajo esta postura de la ortodoxia católica subyacen una serie de argumentos doctrinales y teológicos que merece la pena analizar, y, para ello, utilizaremos como marco de referencia la Reforma protestante y la postura que sostuvo Lutero en relación con la traducción de las Sagradas Escrituras.

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En comparación con el catolicismo, algunos puntos de la Reforma eran verdaderamente revolucionarios, y eso explica buena parte de su éxito. Entre estos puntos, se encontraba la escabrosa cuestión de las Sagradas Escrituras. En Lutero, su perspectiva religiosa, su fe, se constituye en un elemento orientador de su vida personal, de su doctrina religiosa y de su quehacer profesional en los ámbitos de la lengua y la traducción. A este respecto, las lenguas ocupan un lugar relevante en la escala de valores de Lutero, pues fue este el primer teólogo en considerar las lenguas como un instrumento básico para el acceso y el buen conocimiento del Evangelio.

 

La revolución de Lutero no deja de ser una manifestación, o, más bien, una consecuencia de su propia experiencia vital. El surgimiento de la Reforma protestante solo puede entenderse en un contexto de profunda crisis de la conciencia europea, con el que se inaugura la Edad Moderna. Reforma y Modernidad van necesariamente de la mano, y Lutero es probablemente la figura que mejor representa la angustia existencial del hombre en un mundo sediento de religiosidad y de verdad evangélica.

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Lutero afirmaba que solo a través de las Escrituras el hombre podía adoptar la llamada ‘perspectiva excéntrica’, es decir, la capacidad de observarse a sí mismo desde la óptica divina. Por tanto, el vínculo que establece el cristiano con los textos sagrados no necesita de ningún intérprete, sino que se trata de una relación personal e íntima cuya lectura está iluminada por el Espíritu Santo. Es lo que se conoce como el ‘libre examen’, que significa que el cristiano debe entenderse con Dios de manera directa a través de la Biblia, sin intermediarios. En este sentido, podría decirse que Lutero encontró en la Biblia la respuesta a sus inquietudes existenciales: la Palabra era Cristo, y esta representaba en sí misma la máxima autoridad, por lo que debía ser accesible para todos. Por tanto, la Reforma protestante encontrará su impulso principal en la voluntad de expansión de las Sagradas Escrituras, en el valor de la Palabra en sí misma, y esta intención de querer acercar la Palabra a todo el mundo pasaba necesariamente por la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas.

 

Así, Lutero se dispuso a traducir la Biblia al alemán, cuya primera edición, publicada en 1534, tendría una influencia muy destacable en el mundo protestante. Así pues, a través de la traducción de las Sagradas Escrituras, Lutero contribuyó a dar el salto necesario para la fijación del alemán como lengua vernácula, pues, gracias a su aportación, la lengua alemana fue algo más de lo que era antes, y contribuyó enormemente a la labor que muchos hombres y generaciones de alemanes habían realizado antes que él para transitar desde los dialectos germanos a la unidad lingüística nacional. Lingüísticamente hablando, Lutero se situó en relación al alemán en una posición central y oficial –la de la Cancillería de Sajonia–, alejada de un dialecto en particular, y utilizó todas las variedades idiomáticas, de modo que todos los alemanes le entendieran. Ciertamente, Lutero sintió la necesidad de escribir y hablar en alemán, convencido de que era el instrumento de comunicación que tenía para transmitir al pueblo alemán su obra y su pensamiento, por el gran poder que le atribuía a esta lengua para difundir los mensajes. Sin duda alguna, la traducción de la Biblia fue la gran empresa literaria de la vida de Lutero, pues su objetivo último era poner a la disposición de todos los alemanes la palabra de Dios.

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Sin embargo, Lutero se encontró desde el primer momento con una oposición frontal por parte de Iglesia católica en sus intenciones de hacer accesible la Biblia al común de la población. Desde Roma, solo se aceptaba una Biblia en latín, la Vulgata de San Jerónimo, cuya interpretación quedaba reservada a los doctos hombres de la Iglesia. En este sentido, la traducción de la Biblia representó una cuestión crucial en la ruptura de la Cristiandad: desde la óptica de la ortodoxia católica, al reconocerse la complejidad de las Sagradas Escrituras, se reivindica el papel de los sacerdotes como intérpretes de las mismas y, por tanto, su labor como intermediarios entre Dios y los hombres; los protestantes, en cambio, niegan esta facultad inherente al sacerdocio, apostando por una relación estrecha e íntima entre Dios y hombre a través del contacto directo con la Biblia. Lutero, frente a la postura de la Iglesia, no admite vacilación alguna en el sentido del Evangelio, pues afirma que este se presenta claro para todo el cristiano, sin necesidad de intermediarios.

En el Concilio de Trento, durante la sesión IV celebrada el 8 de abril de 1546, se declararon la Tradición apostólica y las Sagradas Escrituras como las dos fuentes de la revelación, considerándose la Vulgata como la única traducción aceptada de la Biblia. En cambio, en el mundo protestante, fueron proliferando numerosas traducciones del texto bíblico a las lenguas vernáculas. Entre los traductores protestantes, cabe destacar la labor de Casiodoro de Reina, religioso jerónimo español converso al protestantismo famoso por realizar la traducción castellana de la Biblia, la primera que se hacía íntegra a tal idioma.

Nos encontramos, pues, ante dos enfoques opuestos en lo que a la concepción de las Sagradas Escrituras se refiere; y, sin lugar a dudas, dichos enfoques tuvieron una enorme influencia en la distinta manera en la que se desarrolló la vida religiosa en el mundo protestante, por un lado, y católico, por otro. Por ejemplo, es llamativo que, en los países católicos, la liturgia se desarrollara en latín hasta bien entrado el siglo XX, con la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965); en cambio, en los países cristianos de la órbita protestante, el culto se venía realizando en lengua vernácula desde los tiempos de Lutero, culto que, además, estaba mucho menos apegado a la ritualidad y el simbolismo característicos de la liturgia católica.

Carlos Sánchez Luis
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