El 12 de octubre suele ser una fecha señalada en nuestros calendarios, pues se celebra el Día de la Hispanidad, que conmemora el descubrimiento de América con la llegada de Cristóbal Colón a la isla antillana de Guanahani (San Salvador).
Más allá de las consideraciones que se puedan hacer sobre un acontecimiento bien conocido por todos, el descubrimiento colombino también fue un episodio muy relevante en la historia de la Traducción. Gracias a la labor de intérpretes, primero, y de traductores, después, se hizo posible la comunicación entre europeos e indígenas en el Nuevo Mundo.
La presencia hispana sobre las dos grandes civilizaciones precolombinas de América, la azteca y la inca, no habría podido consolidarse tan rápidamente de no haber sido por la acción de los intérpretes que tomaron parte en el proceso. De hecho, Colón murió sin saber que había llegado a un nuevo continente por la falta de intérpretes especializados en los primeros años de la penetración española en América.
La hispanidad y las civilizaciones
El descubrimiento de América (1492) supuso un encuentro entre civilizaciones muy diferentes en el que la lengua tuvo una importancia crucial, por ser el instrumento característico de la comunicación humana. Y es que, pese a su significada trascendencia, se ha hablado muy poco acerca de este episodio lingüístico, por ello hemos decidido dedicar este pequeño espacio para indagar un poco más sobre esta cuestión.
Si bien es cierto que, durante los primeros encuentros, la comunicación con los ‘naturales’ – o indígenas americanos– se hizo a través de signos, pronto se planteó una importante disyuntiva: o los indígenas aprendían el castellano, o los colonizadores las lenguas aborígenes. En un primer momento, durante la llamada ‘etapa antillana’ de la conquista, se optó por la ‘hispanización’: la estrategia de los españoles era capturar a indígenas para que aprendieran el castellano, con el fin de que después pudieran desempeñar la función de intérpretes. De estos primeros intérpretes, hemos querido destacar dos personajes.
Los intérpretes de Colón
Diego Colón fue un indígena capturado en la isla de Guanahani durante el primer viaje del almirante Cristóbal Colón, quien lo trasladó a España y lo bautizó con el mismo nombre que había dado a su hijo primogénito. Se cree que su lengua de origen era el taíno y que aprendió el castellano en las naves y durante su estancia en España (por adoctrinamiento lingüístico y cultural en el entorno de Colón).
Por otro lado, es también paradigmático el caso de Malinche o doña Marina, una de las veinte mujeres entregadas por los indígenas de Tabasco como regalo a los españoles tras su victoria. En un primer momento, Malinche traducía del náhuatl al maya, y el fraile Gerónimo de Aguiar, del maya al castellano, aunque Malinche acabó por aprender también el castellano, pasando a ser muy conocida y una figura icónica como símbolo, no sólo de la interpretación, sino del mestizaje cultural. Malinche llegó a tener descendencia con Hernán Cortés y acabaría ejerciendo una enorme influencia sobre él; el hijo de ambos, Martín, es considerado uno de los primeros mestizos conocidos.
La hispanidad y las lenguas de los indígenas
La hispanización de las Antillas fue muy rápida, pero también fue muy rápida la extinción de la población nativa. Ello hizo pensar a los misioneros –y a la Corona– en la imperiosa necesidad de que los frailes aprendieran las lenguas de los indígenas y predicaran en ellas, apartándolos así de los conquistadores. Así pues, ya en época del emperador Carlos V, muchos de los religiosos que viajaron como misioneros a América se convirtieron en intérpretes y traductores.
La labor de los traductores en el Nuevo Mundo vino suscitada por el mandato de instruir a los indígenas americanos en la fe católica a través de sus propias lenguas. Esto llevó a que los misioneros tuvieran que estudiarlas y a elaborar gramáticas y diccionarios.
Una inmensa y metódica obra de traducción
Se llevó a cabo una inmensa y metódica obra de traducción, sobre todos con las principales lenguas indígenas, el náhuatl, el quechua, el aimara, el guaraní, etc. Los religiosos tradujeron fragmentos de las Sagradas Escrituras, misales, hagiografías, sermones y hasta canciones populares españolas. Por el contrario, la traducción de las lenguas indígenas al castellano fue algo poco común, pues se temía que esto ocasionara la perpetuación de sus creencias paganas. Sin embargo, lo poco que nos ha llegado de la literatura precolombina se lo debemos a la labor de los misioneros, que se esforzaron enormemente por integrarse en la cultura de los pueblos indígenas.
Los intérpretes se formaban básicamente mediante una versión anticipada del total immersion method. Es decir, haciendo que los indígenas americanos estuvieran en el mismo entorno que los españoles (preferentemente en España) o que los españoles, aislados, convivieran con los aborígenes, como es el caso de los misioneros.
A finales de la conquista y en los albores de la colonización, la formación de traductores e intérpretes se academizó. En el siglo XVI los misioneros crearon institutos de enseñanza bilingüe como los de Santa Cruz de Tlatelolco, San Juan de Letrán y Sta. Ma de Todos los Santos, en México. E incluso se crearon cátedras de quechua y náhuatl en las universidades de Lima y Ciudad México respectivamente.
La labor de los intérpretes y la hispanidad
El proceso de colonización de América puso de relieve un panorama cultural enormemente rico, en el que la diversidad lingüística fue un rasgo esencial. En la labor de estos intérpretes y traductores se encuentra la base sobre la que se asientan las identidades culturales de las naciones hispanoamericanas contemporáneas. Por tanto, este episodio de convivencia plurilingüe puede considerarse como uno de los hitos más importantes de la traducción oral y escrita en nuestra cultura occidental.
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Carlos Sánchez Luis